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MIRADAS. La cándida Eréndira

Una reflexión sobre los decursos históricos de Nuestramérica

Por Daniel Ríos

En los últimos 533 años, al menos de este lado del Atlántico, de lo más de 15.000 que se cree que el hombre habita América, se sucedieron miles de movimientos sociales, invasiones, guerras, y otras tantas revoluciones, tanto a derecha como a izquierda, queen nombre de la “civilización” se convirtieron en un péndulo destructor, primero de las comunidades originarias, y luego, de las distintas mixturas sociales, entre inmigrantes y locales, formadas en todo el continente americano. Pero siempre hubo un hilo conductor que nos trajo hasta acá.

Se cree que hace más de 300.000 años que el “homo sapiens” habita este mundo, tal vez por eso fueron tan marcadas las diferencias de los nuestros con los que llegaron desde el otro lado del Atlántico, del Viejo Mundo, y con sobrada razón, casi literariamente, dadas las evidencias históricas, venimos sosteniendo desde entonces que “la nuestra es una historia corta y dolorosa”, porque los del otro lado, con ayuda de algunos nuestros, se encargaron de colmarla de saqueos, sin poder reponernos hasta nuestros días.


Las diferentes civilizaciones que habitaban este suelo se distinguían por los profundos conocimientos de los entornos territoriales donde cada una se situaba, tanto desde Alaska como hasta la Tierra del Fuego, así como los distintos y muy bien desarrollados sistemas de labranza y de producción de alimentos de origen agrícola, pero, sobre todo, demostraron una notoria capacidad para reunirse en organizaciones sociales más o menos complejas, ancestrales de diseño propio, y con creencias genuinas.

Las ventajas “tecnológicas”, así bautizadas posteriormente, estuvieron en manos de los otros, de los recién llegados, imprenta, pólvora, catalejos, armas de fuego, barcos, etc., con éstas y algunas otras como la Viruela, la Gripe, la Sífilis, y el Sarampión, que también trajeron ellos, hicieron la diferencia que permitió impulsar la conquista y la colonización o viceversa, no exenta de traiciones locales.

Ni que hablar de la conversión religiosa impuesta y la esclavización de los originarios. Trajeron caballos, cuando por estos pagos, eran las mayorías las que ponían el lomo para todo, andando de a pie, (cinchando, como decimos en Argentina), sin animales de carga y sin herramientas metálicas que ayudaran con la labranza de la tierra o con la construcción de la más mínima infraestructura básica. Aun así, dejaron para la posteridad sobradas evidencias de sus conocimientos científicos, y espectaculares sitios que enriquecieron el patrimonio de la humanidad como Tenochtitlan, Chichen Itzá o Machu Picchu, por dar solo algunos ejemplos.

Desde entonces, la Historia Oficial viene siendo un verdadero cuento, no fue
precisamente el mercado de las “especias” lo que los impulsó a cruzar el Atlántico, sino su ambición por el Oro y la Plata que, traidores mediante, descubrieron ni bien pisaron este suelo, y se convirtieron en las principales motivaciones para quedarse entre nosotros, casi como dueños, incluso hasta nuestros días. Cinco siglos igual, dice León Gieco, donde casi nada ha cambiado.

Salvo por las genialidades literarias de los maravillosos escritores que generó esta
América. Contó Gabriel García Márquez en “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada”, una novela corta donde narra la historia de Eréndira, una joven criada por su abuela desde que murió su padre, y que le sirve como empleada doméstica para justificar su estadía en la casa, llegando al grado extremo de la explotación, tanto que, una noche, accidentalmente, Eréndira provoca un incendio en la casa de su abuela hasta convertirla en cenizas. Entonces la abuela, para recuperar el valor total de la casa, obliga a Eréndira a prostituirse, y la condena a pagar los daños con su cuerpo.

Casi similarmente, desde hace más de 500 años, Latinoamérica toda está pagando con su “cuerpo” las pretensiones de los pueblos de soñar y luchar por proyectos liberadores, soberanos, con justicia social, tratando de terminar con la deshumanización social impuesta por los otros, y la expoliación de sus recursos naturales. Ayer fue el maíz, la papa, el cacao, la vainilla, el oro y la plata. Hoy es el agua, el petróleo, el gas, los glaciares, el cobre, el litio, los bosques, etc., etc.
Lo nuestro no se trata precisamente de una novela, ni si quiera de una metáfora, es la realidad que todavía hasta hoy nos toca vivir, la explotación de los países menos desarrollados (Eréndira), por parte de los países desarrollados (La abuela).
¿Para siempre?

Sí, probablemente para siempre

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