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MIRADAS. Palestina, el genocida Netanyahu y el Ramadán

Por Carlos Fazio

 

Cada cual con sus tiempos, sus tácticas y su
violencia depredadora, los regímenes genocidas de Benjamin Netanyahu y Joe
Biden (este último al menos en grado de complicidad, aunque el Pentágono no ha
dejado de suministrar bombas, armamento sofisticado e inteligencia y oficiales de
la Fuerza Delta sobre el terreno) siguen asesinando de manera deliberada a
niños, mujeres y hombres palestinos en la franja de Gaza, con la aquiescencia
de las principales potencias del Occidente colectivo y sus élites globalistas,
en particular, Gran Bretaña y Francia, que ocupan un lugar en el Consejo de
Seguridad de la ONU.

La cínica apelación al derecho a la legítima
defensa esgrimida por el régimen colonialista y expansionista de Israel,
respaldada con tres vetos de Estados Unidos a un alto al fuego en el Consejo de
Seguridad desde que comenzó la carnicería (Lula dixit), el castigo colectivo y el
desplazamiento forzoso de palestinos, y otro veto al proyecto de resolución
destinado a responsabilizar al ejército de ocupación israelí de la masacre de
la calle al-Rashid, en la ciudad de Gaza, contra refugiados indefensos cuando
esperaban la llegada de camiones de ayuda humanitaria (con saldo de 112 muertos
y 760 heridos), fue desestimada por la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en
La Haya en términos del derecho internacional y de la cuarta Convención de
Ginebra.

El ente sionista mesiánico y de apartheid israelí
es una potencia de ocupación que lleva a cabo una guerra de exterminio en
territorio de la Palestina histórica, y como recordó el 22 de febrero el
embajador de China ante la ONU, Zhang Jun, durante las audiencias públicas de
la CIJ, el pueblo palestino tiene el derecho inalienable a utilizar la lucha
armada contra el ejército de ocupación israelí, con fundamento en el derecho
internacional.

Es decir, en su lucha por la liberación nacional
y la autodeterminación, el uso de la resistencia armada por el pueblo palestino
es legítimo y no constituye un acto de terrorismo.

Asimismo, en su fallo provisional, la CIJ observó
(es decir, aceptó como propias) las cifras sobre el genocidio y la limpieza
étnica del régimen israelí desde el 7 de octubre de 2023 –en retaliación a la Operación
Diluvio de Al-Aqsa de Hamas, la Yihad Islámica y otros grupos de autodefensa
armada de la resistencia palestina-, presentadas por sendas oficinas de la ONU,
una de ellas, la Agencia de Naciones

Unidas para los Refugiados de Palestina en Medio
Oriente (UNRWA, por sus siglas en inglés), razón por la cual Estados Unidos y
sus socios de la OTAN/UE (entre ellos Alemania, Reino Unido y Suecia) le suspendieron
la entrega de fondos poniéndola al borde del colapso, lo que convierte a esos
países en potenciales cómplices de la hambruna provocada como herramienta
genocida.

Una forma de desprestigiar el fallo de la CIJ es
vilipendiar y destruir la credibilidad de la fuente, aunque, según un informe
de la Oficina de Servicios de Supervisión Interna de la ONU, publicado por el
diario The Guardian de Londres, Israel no aportó evidencias o material
probatorio para sustentar sus alegaciones acerca de la participación de 10
empleados de la UNRWA (¡sobre un total de 13 mil!) en la Operación Diluvio de
Al-Aqsa. El objetivo estratégico del régimen de Netanyahu, al acusar sin
pruebas a una ínfima parte del personal de la UNRWA de haber participado en la
operación del 7 de octubre, es relegar la cuestión de las personas refugiadas
palestinas e impugnar el derecho al retorno de 6 millones de palestinos, según los
registros de esa agencia de la ONU.

Pero es también la manera de hacer olvidar que la
base para la creación del Estado (artificial) de Israel por los imperialistas anglosajones
en 1948 ha sido la limpieza étnica. Al suprimir la cuestión de los refugiados
palestinos, los supremacistas israelíes quieren perpetuar la falacia de una
tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra. La UNRWA es la encarnación
jurídica del problema de los refugiados, de allí que al intentar abolir a la
organización internacional que recuerda su existencia, Netanyahu, Estados
Unidos y sus vasallos de la Unión Europea pretenden que el mundo entero se olvide
de que el Estado sionista se autoconstituyó mediante un proceso de limpieza
étnica y merced al desplazamiento forzoso de 750 mil palestinos (número que se
incrementó cuando el régimen israelí ocupó más territorio de Palestina durante
la guerra de 1967). En buen romance, se trata de abolir el estatuto
legal/oficial de las personas refugiadas palestinas por el cual adquieren el
derecho al retorno de conformidad con la Resolución 194 de la Asamblea General
de Naciones Unidas del 11 de diciembre de 1948.

En ese contexto, la divulgación del plan de
Netanyahu, titulado El día después de Hamas, revela que su objetivo principal
es continuar la guerra hasta la completa destrucción de las capacidades
militares y la infraestructura gubernamental de Hamas y la Yihad Islámica,
reubicando a la población palestina que sobreviva a la limpieza étnica en la franja
de Gaza en un bantustán, similar a las reservas tribales que operaron en
Sudáfrica y la actual Namibia. Netanyahu insistió que el asalto terrestre a
Rafah (el mayor campo de desplazados del mundo) es fundamental para ganar la
guerra y, al parecer, cuenta con la colaboración de Egipto (presto a recibir
fondos millonarios del FMI e inversiones de la petrolera Chevron) para
construir una zona de seguridad aislada en el desierto del Sinaí, que servirá
como área de amortiguación para los palestinos desplazados. Como parte de la
guerra sicológica que busca presionar a la resistencia palestina en vísperas
del mes sagrado musulmán del Ramadán (9 de marzo), y anticipando lo que podría
suceder en la Jerusalén ocupada, CNN y las agencias Reuters y France Presse
filtraron datos sobre una propuesta de alto el fuego en Gaza, negociada en
París por los jefes del Mosad, el Shin Bet y los servicios de inteligencia del ejército
israelí Aman con la mediación de Qatar, Egipto y Estados Unidos, que incluiría
una tregua temporal de las operaciones militares durante 40 días; la entrada
diaria de ayuda humanitaria y un intercambio de prisioneros en una proporción
de 10 palestinos por un israelí. Hamas exige la retirada de las fuerzas
israelíes y el retorno de los desplazados en las zonas sur y norte de la franja
de Gaza y el levantamiento del bloqueo, mientras Israel busca ganar tiempo y
cargar a Hamas con la responsabilidad de cualquier fracaso posterior en las negociaciones
para justificar una operación militar en Rafah.

Fuente: Diario La Jornada de México y Resumen Latinoamericano, 4 de marzo de 2024.

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